
Ha amanecido un día soleado y con previsiones de continuar así. En el lejano horizonte, por momento se dejan ver unos gigantescos picos. Las nubes que les cubren desaparecen y se deja ver, en toda su magnitud una enorme cadena de montañas. Las buenas películas suelen tener también una buena banda sonora, y he decidido poner música a este maravilloso paisaje escuchando a
Albinoni,
Heandel,
Vivaldi, etc… El tiempo vuela y mis pies no parecen posarse en el suelo. Decenas de mariposas, de un azul brillante y deslumbrante, revolotean insistentemente como si también estuvieran escuchando la Primavera de
Vivaldi.Con todo este decorado, descendemos el valle hasta un ancho y caudaloso
río. Pasar por el puente colgante, hace que se me corte la respiración. Tres horas más tarde llegamos a
Kharikhola. A pesar de que solo sean las 3 de la tarde, y decido no continuar caminando, y quedarme a descansar. Comer, leer y tomar el sol me ayudarán en el reposo. La noche no tarda en llegar y el frío se hace notar, pero en el comedor hay una maravillosa estufa que caldea el ambiente.
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